miércoles, 5 de octubre de 2011

Atrapados en Islandia, y esta vez en serio.

En una entrada de hace un par de semanas os confesamos sentirnos atrapados por la belleza de este país. Hoy no se trata de ninguna metáfora, estamos literalmente atrapados en Islandia.
La historia es un poco larga, pero merece la pena contarla bien, así que empezaré por el principio.

Hace una semana, estando en Akureyri, decidimos poner una fecha de vuelta al continente. Los ferrys salen una vez por semana, por lo que nuestro margen de maniobra era bastante reducido. No sin discutir, reservamos finalmente el ferry del 5 de octubre.
Los últimos días los dedicamos a conocer el este del país, y la verdad es que disfrutamos un montón. Confirmamos una vez más que cualquier zona de Islandia es alucinante.
La noche del 4 de octubre ya teníamos todo organizado para la travesía de tres días en barco hasta Hirstals, y decidimos darnos un último homenaje; cenaríamos cordero y brindaríamos con champán para celebrar el fin de nuestro periplo islandés y los tres meses justos de aventura furgonetera.
Con esta intención nos dirigimos a Seydisfjördur, el único pueblo desde donde salen los ferrys con destino internacional. Cenaríamos allí y pasaríamos la noche en sus alrededores. Quizás podríamos ver la última Aurora Boreal del viaje (por cierto, gracias Patxi por la información del enlace, muy interesante!)
Según la Lonely Planet, Seydisfjördur es en enclave bohemio del este islandés. Parece que allí viven artesanos, músicos y creativos en general. Pero cuando llegamos sobre las ocho de la tarde, el pueblo tenía de bohemio lo que yo de... cura. Todo estaba cerrado, oscuro y vacío. Debe ser que en Islandia los bohemios se recogen pronto.
El único local que parecía estar abierto era la tienda de una gasolinera. Su interior proyectaba una luz mortecina en la oscuridad del pueblo. Nada más parecía demostrar que dentro hubiera vida consciente.
En un lateral de la pared de cristal había un cartel hecho con 5 folios pegados en los que estaba impresa la palabra PIZZA en mayúsculas Times New Roman. Eso nos hizo decidirnos, cenaríamos pizza mala y brindaríamos con birras. Algo era algo, así que nos bajamos del coche y entramos en el lúgubre establecimiento.
Vaya dos inocentes, aún no sabíamos que de lo de cenar pizza, "tururú que te vi", y que ese iba a ser el menor de nuestros males.
Después de varios "Hy? Hello?" apareció una mujer rubia que nos dijo que lo sentía mucho pero que estaba cerrando. Luego, con un gesto de infinita compasión nos preguntó: "¿Habéis perdido el ferry?", nosotros respondimos confiados: "no no, nosotros salimos mañana", a lo que ella replicó: "mañana no sale ningún ferry, ¿no os han avisado?"
La cara de gilipollas que se nos quedó debió conmover aún más a la mujer: "debido al mal tiempo el ferry se ha adelantado, acaba de irse... intentaron avisar a todos los pasajeros".
En ese momento, de lo único que fuimos capaces fue de balbucear en inglés macarrónico algo así como: "but, we thought... 5...october...tomorrow?"
La pobre mujer, convertida en intermediaria accidental de la Smyril Line, nos preguntó si teníamos dónde pasar la noche, y se ofreció a prepararnos un sándwich... qué maja.
Le dimos las gracias, rechazamos educadamente su ofrecimiento y nos marchamos con la misma cara de gilipollas que habíamos estrenado minutos antes, intentando comprender qué leches estaba pasando. Sin embargo, en cuanto pisamos la calle empezamos a atar cabos...
Dos días antes habíamos recibido un mensaje en el móvil que nosotros entendimos de confirmación de horario de embarque y salida del ferry. En el mensaje no se especificaba ningún cambio de fecha, por lo que pudimos entender claro, ya que el maldito mensaje estaba en alemán!!
Y aún había más... 20 minutos antes de la absurda conversación en la gasolinera, mientras nos acercábamos en coche al pueblo, vimos un gran ferry atracado en el puerto. Comentamos ingenuamente que era raro que el ferry hubiera llegado un día antes. Cuando llegamos al pueblo el ferry había desaparecido... exacto, nuestro ferry se había largado delante de nuestras narices!!
Llegados a este punto, el grado de surrealismo que había alcanzado la historia y la certeza de nuestra idiotez... desembocó en un ataque de risa.
Y así, descojonándonos, buscamos un sitio donde pasar la noche, prepararnos algo de cena y organizar el plan para la siguiente semana, ya que por obligación tendríamos que permanecer una semana más en este maravilloso y loco país.

Lo que todavía no os hemos contado es que en el mes de octubre los servicios escasean y casi no hay campings abiertos, ni siquiera los gratuitos.
Además de un día para otro se ha puesto a nevar, hay carreteras cortadas y puertos inaccesibles...
Estamos pensando seriamente hacernos con un rifle del calibre 22, como el de McCandless. En el caso de quedarnos aislados por la nieve y que se nos terminen los víveres, esperamos poder cazar algún reno, o por lo menos un cisne, o un pato. No, mejor una de esas gaviotas árticas con tan mala leche, que aún tenemos pendiente cobrarnos el picotazo de César. Cabronas! Ahora sí que os vais a enterar!

A la mañana siguiente del episodio de la gasolinera fuimos a la oficina que la compañía Smyril Line tiene en el puerto. Allí nos recibieron dos desconcertantes individuos. Pusieron cara de susto en cuanto nos vieron entrar, y casi les tuvimos que explicar nosotros lo que había que hacer; cambiarnos los billetes sin costes adicionales y no volvernos a enviar un mensaje en alemán (pero por qué en alemán!?)
Eso nos hizo sospechar que debimos ser los dos únicos tolais que se quedaron en tierra... Crucemos los dedos para que se acuerden de avisarnos personalmente en el caso de haber otro cambio en el ferry, tal y como nos han prometido.

Así están las cosas... tendremos que inventar algo para pasar la próxima semanita... Imagino que por lo menos podremos seguir cazando auroras... siempre y cuando deje de nevar... También podremos disfrutar del prematuro invierno islandés Por ejemplo, ya hemos visto cómo los ganaderos empiezan a recoger a los caballos y a las ovejas... al mismo tiempo que nos miran pasar extrañados, seguramente preguntándose: "¿se puede saber que coño hacéis vosotros todavía aquí?"

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