miércoles, 23 de noviembre de 2011





20.000 kilómetros nada más y nada menos, y algunos países en la mochila.
Uno más que los demás; Islandia, esa isla remota, mágica y fría. Un piolet clavado en el corazón, un cable eléctrico que nos conecta en la distancia.
20.000 experiencias, 20.000 sensaciones en 20.000 kilómetros, en 4 meses.
4 meses no es mucho tiempo, pero sí son muchos días.

Podría ser un final, pero no lo es. Porque seguimos ligeros. Porque somos más ligeros.
La velocidad todavía nos empuja, la curiosidad aún nos dirige, el viento continúa revolviéndonos el pelo y las pestañas.
Henchidos de energía, querríamos entonar la Canción del pirata, pero tranquilos, no lo haremos... más que nada por vergüenza.

Lo estuvimos, pero ya no estamos tristes. El final de un viaje es siempre el principio de algo, de otra cosa, de otro viaje por ejemplo.
El final de un viaje es el principio de su recuerdo. Es el principio de otra vida en la misma vida, de otro cuerpo con más poros, con más aire y más electricidad, con más ganas.
Como cuando te desabrochas el botón del pantalón y respiras mejor, y te sientes más libre.
O como cuando te cortas las puntas y nadie lo nota, pues nosotros hemos mudado la piel, y la nueva nos gusta más.

En fin, o en principio, aquí acaba la escapada al norte, por ahora...
Y ha sido un placer compartirla.






domingo, 6 de noviembre de 2011

ESTOCOLMO con mayúsculas

Tidernas Basta Rock, en la 106.7 de FM, nos acompañó durante los 3 días que dedicamos a visitar la capital de Suecia. Una emisora de clásicos de rock y la perfecta banda sonora para una ciudad como Estocolmo.

De esta ciudad creo que nos gustó todo.
Su casco antiguo, el Gamla Stan, es fantástico, especialmente por la noche; calles estrechujas, suelo de adoquines, altas catedrales y un palacio real... todo iluminado por una luz amarilla y tenue, como de vela.
Además, la ciudad está repartida entre un montón de islitas unidas por puentes sobre supuestos canales, presentando un desarrollo urbanístico complicado pero muy atractivo.


En pleno centro comercial de Estocolmo se encuentra la Kulturhuset, un enorme centro cultural donde comparten espacio un cine, un teatro, salas de exposiciones, salas de conciertos, cafeterías y hasta una tienda de diseño escandinavo. Un palacio para la cultura. Un placer para los sentidos.
Desde su posición privilegiada, la Kulturhuset desafía a los grandes almacenes que la rodean, tentando a los viandantes a volver a enfundar sus tarjetas de crédito, a abandonar sus bolsas de plástico llenas de trapos sin estrenar, atrayéndoles con una luz más fuerte que el violento blanco de los escaparates, la luz del consumo responsable.



Skeppsholmen es una de esas pequeñas islas que conforman la ciudad. Pero en esta isla no hay viviendas ni comercios, los únicos habitantes de Skeppsholmen son exposiciones, fotografías, cuadros. Impresiones y puntos de vista. Museos y salas. Y también visitantes ávidos de arte, de información, de convulsión.
Nunca antes habíamos visto tanto territorio destinado a un fin cultural.
Si el Kulturhuset es el Palacio de la cultura, éste sería su Imperio.

Podríamos describir a Estocolmo con un símil. Imaginaros a un gafapasta con cresta punk. Una ciudad oscura, sibarita y minimalista. Un géiser de creatividad que intimida y atrae.
Un juguete gigante. Una locura de obligada visita.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Bjórl, øl , öl... a la rica cerveza!

Según nuestros vagos conocimientos sobre mitología greco-latina, el vino parece estar considerada la bebida de nuestros dioses. En el caso greco-latino podemos entenderlo.
Sin embargo, no somos capaces de imaginar a los Aesir, los dioses nórdicos, bebiendo vino. A no ser que los del Olimpo lo exportaran, a un precio considerable, claro.
A Thor, Odín o Njördur, como antiguos representantes del espíritu escandinavo, sólo podemos imaginarlos en sus castillos de hielo y fuego, sentados en tronos cubiertos de pieles, bebiendo el elixir ámbar del norte, paladeando en grandes jarras de madera una espumosa y amarga CERVEZA.

Y lo cierto es que cervezas hay en todas partes.
Desconocemos cuál es la causa antropológica que impulsa al hombre a fermentar el cereal para fabricar esta nuestra habitual bebida, pasando a formar parte de la herencia cultural de cada pueblo, convirtiéndose en una reconocida seña de identidad por los siglos de los siglos (...amén).

Está claro que no son los únicos, y puede que tampoco sean los mejores, pero si hay algo de lo que podemos dar fe después de esta escapada al norte es de que los nórdicos son grandes fabricantes y grandes bebedores de cerveza. Y amigos, esto se contagia.

Durante estos meses hemos dedicado parte de nuestro tiempo a conocer, saborear y evaluar todas las cervezas que han caído en nuestras manos. Y como estamos muy bien enseñados en que el saber hay que compartirlo, ahí va nuestra selección personal.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Estocolmo. Aterrizaje de emergencia

Nuestra llegada a Estocolmo puede definirse en una sola palabra: APOTEÓSICA.

En primer lugar, pasamos varias horas saltando de puente en puente y tiro porque me lleva la corriente, tratando de encontrar otro maldito camping donde darnos una ducha (que digo yo que una ducha a la semana no es mucho pedir...). Pero claro, sin un mapa decente y con los carteles en sueco, la cosa estaba complicada...
Mientras dábamos vueltas por el scalextric de la capital sueca también dedicamos parte de nuestro tiempo a acordarnos con ningún cariño del Excelentísmo Alcalde de Madrid, el señor don Alberto Ruíz Gallardón.
Os preguntaréis por qué elegimos tan mal momento para recordar a nuestro querido alcalde. Pues muy sencillo, porque sospechamos que Gallardón ha dedicado sus vacaciones de verano a hacer un tour por Europa recomendando a TODAS las alcaldías de TODOS los pueblos de TODOS los países por los que hemos pasado para que utilicen su tiempo, su energía, su economía y mano de obra a levantar cada palmo de carretera del continente.
Así es que Europa entera se ha convertido en un laberinto de cemento, grúas y operarios vestidos de colores chillones.
Estoy segura de que en estos momentos Gallardón está mirando por el enorme catalejo que tiene en la ventana de su despacho, y se frota las manos y ríe con una risa malévola al comprobar que su plan maestro de reconstruir todo el planeta Tierra va viento en popa.