sábado, 6 de agosto de 2011

Desafío extremo (o casi)

La península de Hornstrandir es la punta noroeste de Islandia. Actualmente la península está deshabitada, sólo se conservan algunas casas de verano de los descendientes de los antiguos habitantes de la zona. Los únicos servicios son pequeños refugios de emergencia y unos mini váteres que en realidad son agujeros. Es un territorio solitario, duro y salvaje, y fue allí donde vivimos nuestro particular desafío extremo.
Esperábamos poder hacerlo con buen tiempo, pero el sol no llegaba y nos impacientábamos, así que nos arriesgamos a irnos con un clima que consideramos "no del todo malo". Acortamos la ruta y la modificamos un poco, y el día 1 de agosto partimos rumbo Hornvik.
La única forma de llegar a Hornvik es con un pequeño barco. Fue un viaje movidito... olas de varios metros, la mitad de los pasajeros vomitando... de chiste.
Para haceros una idea de lo surrealista del asunto, nada más llegar y montar la tienda nos fuimos a dar un paseo corto, teóricamente fácil y sin apenas complicaciones, y terminamos a cuatro patas al borde de un acantilado envueltos en niebla y con rachas de viento huracanado, para después tener que atravesar un río (que ya habíamos cruzado a la ida sin ningún problema) medio en pelotas, con las mochilas sobre la cabeza porque había crecido hasta el triple de su tamaño... el maldito río era su desembocadura en el mar!
Y así todo el rato...
El segundo día llovió a mares, y me refiero 24 horas, y a mares (no sé qué entienden estos islandeses por lluvia fina). Además había mucha niebla y un viento tan fuerte que penas podíamos caminar. Estábamos empapados, todo; calcetines, botas, pantalones y cubrepantalones. Después de algunos intentos, no fuimos capaces de cruzar el último río antes del refugio. Estábamos cansados, teníamos hambre y frío... así que decidimos montar la tienda deprisa bajo el chaparrón y abrigarnos con algo de ropa seca para entrar en calor.
Sólo podíamos pensar en gas natural y en comernos un cocido madrileño. Lamentablemente nos tuvimos que conformar con un poco de salchichón, nuestros sacos de dormir y una tienda de campaña que hacía aguas.
A estas alturas ya era evidente que nuestros planes de hacer la ruta con medio buen tiempo no podían haber fracasado más, pero cuando nos despertamos al día siguiente y seguía lloviendo... ufff... y encima recién levantaditos había que pasar el río que no habíamos cruzado la noche anterior. Teníamos las botas tan caladas que ya vadeábamos los ríos sin descalzarnos!
Después de atravesar otro puerto de montaña y cruzar varios neveros (sí, caminamos por bloques gigantes de nieve en el mes de Agosto...) increíblemente salió El SOL! y nos acompañó hasta Hesteyri, el final de nuestra ruta.
El último día lo dedicamos a recorrer la zona. El hecho de que hiciera sol, haber podido secar la ropa y comer algo calentito ya era suficiente para estar bien, a pesar de estar molidos.
Tampoco sería justo quedarnos sólo en las penurias de la ruta y no compartir lo increíble del paisaje de Hornstrandir, que pasa de ser extremo, rocoso, hostil, ártico! a convertirse en un valle verde con casitas, riachuelos y cascadas, digno escenario de la casa de la pradera.
Ahora sí, a la vuelta Isafjördur nos pareció de lo más cosmopolita. Nos premiamos con hamburguesas y pizza, y dormimos calentitos, sequitos, como reyes en el suave colchón de la furgo.
QUÉ VIVA LA CIVILIZACIÓN!

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